EL BOSQUE DE LOS DRUIDAS
EL BOSQUE DE LOS DRUIDAS. Cornualles, cerca del Castillo de Tintagel.
Este es uno de los lugares más poderosos y mágicos que visitamos en nuestro viaje iniciático a Avalon.
Se trata de un antiquísimo enclave sagrado para los celtas, para Druidas y Druidesas. Algunas personas expertas en lugares de magia ancestral afirman que la energía sagrada de este lugar ya era conocida en tiempos prehistóricos.
El poder de este bosque es el de la calma, la renovación, y el poder de la plenitud que en determinados lugares de la naturaleza reconoce el corazón de todo peregrino que regresa a un lugar que, para sí mismo, fue especial en otros ciclos de vida.
El silencio ambientado por el sonido del agua que fluye permanentemente acompañando nuestros pasos por el sendero, la brisa que mece la piel del rostro y emociona los sentidos no solo de la vista, ante tan espectacular de color verde variado, los pequeños montículos de piedras formados al estilo zen de mano de los peregrinos en el rio, el sonido de los pájaros y el graznido de algunos cuervos que, en nombre de la Diosa nos acompañan y bendicen nuestra llegada, la forma de los troncos de los árboles, las enormes rocas…. permiten que, en fila india y en silencio, sobrecogidos, embargados por tanta belleza, nos sintamos bendecidos por estar aquí y ahora en este lugar.
Si el camino es totalmente mágico, como de otra realidad paralela donde el tiempo se ha detenido y no hay nada en que pensar, solo ser y estar presente contigo mismo y con los latidos de tu corazón, no tiene comparación con lo que se siente al llegar al final del camino.
Al final del camino del rio Trevillet, llegamos al lugar donde el agua, como hermana de pureza y fuerza, nos recibe en un salto de agua a través de un orificio circular formado desde hace millones de años, y se puede sentir desde los Registros Akashícos (poderosos y de abierto acceso al corazón y a la consciencia expandida con tan solo cerrar los ojos), donde tantos rituales y ceremonias, ofrendas y celebraciones se han realizado aquí.
La belleza y el sentimiento son incomparables.
Trato de describirlo pero es imposible: hay que vivirlo.
Llegamos como niñas y niños con nuestras ofrendas: lazos de colores, peticiones en papeles de seda escritos, cristales para sembrar transparencia, paz y concordia en la Tierra y en nuestras vidas, semillas como ofenda a los Elementales, a los pájaros y a la bendita tierra, figuras de cerámica hechas artesanalmente con nuestras manos… tal y como hacían los antiguos celtas en sus fechas clave de rituales y ceremonias. Somos ellos. Somos ellas. Regresamos con otros trajes y apariencias, pero nuestros corazones impecables siguen siendo los mismos. Y la Naturaleza del lugar nos reconoce y nos bendice.
El lugar está dedicado a Sant Nectan. Su historia circula entre datos aproximados, historias y leyendas inventadas, y realidades que solo el corazón es capaz de reconocer.
Se dice que St. Nectar fue el hijo de un noble del lugar, (el rey celta Brychan, rey de Brycheiniog, una localidad al sur de Gales que en nuestros días se llama Brecknock) que allí se retiró como un ermitaño anteriormente al siglo V antes de la época de Jesús. El paralelismo con la vida de San Francisco de Asís es notable. La diferencia es que la verdad de su vida y motivos por los que hizo de este lugar su hogar, es precisamente la antigüedad, en tiempos dispares, tanto del lugar como de su vida.
De cómo paso a convertirse en santo tanto para la iglesia católica como para la anglicana, nada se sabe. Se cuenta que era un hombre sabio y virtuoso que vivía con armonía en este lugar, y que fue asaltado por unos ladrones que le cortaron la cabeza, y que se levantó, cogió su cabeza, se la coloco nuevamente sobre los hombros, y siguió viviendo encaminándose hacia la zona donde moraba, cerca de donde se ubica el salto de agua de la roca horadada circular, y que después de un periodo corto de tiempo, murió.
Nadie puede hacer esta proeza…. a menos que sea un archidruida, mago y conocedor del poder de la energía. Pero eso no puede explicarlo ninguna iglesia. Lo que si puede hacernos creer es que fue un santo con poderes santificados. Y, se le dedico una iglesia, una ermita y un pozo. Y el nombre del lugar. Y una fecha para celebrar su muerte: el 17 de junio. (Si vivía solo como un ermitaño, ¿Cómo se puede saber en qué fecha murió?). Lo cierto es que esta celebración convocaba peregrinos pertenecientes a la aristocracia de la época, en la Edad Media.
Con más antigüedad, se sabe que los celtas irlandeses tenían en su panteón de dioses masculinos asociados con la naturaleza, a Nechtan, un dios protector de las aguas sagradas, especialmente de pozos mágicos.
Y, también se sabe con qué frecuencia la iglesia católica “cristianizaba” a los antiguos dioses añadiendo el “Santo” delante del nombre para generar una advocación católica, con el fin de seguir perpetuando el poder energético que desprenden algunos enclaves y lugares cuya fuerza telúrica es patente.
Así, la mayoría de iglesias, basílicas e incluso ermitas, están erigidas sobre antiguos enclaves celtas. Por lo que en realidad, no tiene importancia como se le llame a un lugar sagrado; lo importante es permitir que el alma se sumerja en esta resonancia, que el corazón vibre en la energía que nos rodea, y que la mente, a través de nuestra intuición, se expanda en consciencia y sintamos la verdad donde solo vive la verdad: en el sentimiento de cada uno de los peregrinos que allí regresamos.
Y, cuando así lo sientes, no hacen falta explicaciones, ni datos históricos ni iglesias ni curas ni inscripciones que te digan donde estas.
Estas donde la Diosa ha guiado tus pasos.
Estas donde tu valentía te ha permitido seguir los pasos adecuados, al lugar especial donde te sientes serenamente feliz.
©Nina Llinares