ALAS DE MUJER
Llega un momento en la vida de cada una de nosotras en que sentimos que nuestras alas se han plegado.
En la mayoría de ocasiones sucede justo momentos antes de darnos cuenta de que teníamos alas, es decir, que éramos libres de tomar nuestras propias decisiones.
Algunas mujeres ni siquiera tuvieron tiempo de sentirlas ni de saber cómo moverlas pues pasaron del sometimiento paterno al del esposo y con el paso del tiempo, el cumplir años, los condicionamientos, la costumbre, la menopausia y las obligaciones de su sencilla y monótona vida de mujeres adaptadas que no tuvieron ocasión en la mayoría de los casos de poder expresar su creatividad, les llevaron a la costumbre de conformarse con que la-vida-es-esto.
Nunca abrieron ni notaron sus alas.
Las alas de una mujer solo se abren cuando siente que la vida está a su favor, de su parte, y que es la única dueña de tomar sus propias decisiones.
Cuando la vida que llevas te gusta, cuando disfrutas de un amor compartido y nutricio, cuando realizas tus metas y sueños…tus alas se despliegan.
Cuando te das cuenta de que tus equivocaciones no dependen de nada ni de nadie más de que de ti misma…tus alas se despliegan.
Pero aun así, hay una etapa en la que más o menos voluntariamente, toda mujer renuncia a desplegar las alas de su libertad pues ya no es libre de tomar sus propias decisiones y esta etapa se puede dar en la mayoría de mujeres (no todas, evidentemente): cuando se convierte en Madre.
Madre de sus propios hijos, madre de sus propios padres, madre de su propio esposo, madre de su hermana o hermano, madre de un familiar que así lo requiera, madre del trabajo que la ocupa…responsabilidades de nutrir, proteger, cuidar, servir, impulsar, alentar…eso es: alentar: dar alas, dar aliento a los demás en detrimento de desplegar las suyas propias.
AMOR DE MADRE
Cuando la situación pasa, cuando “los hijos” han volado del nido, la mayoría de mujeres están ya tan cansadas que ni se acuerdan de que tienen alas y se acostumbran a vivir en la costumbre.
Los hijos exigen de forma temporal y transitoria que renunciemos a tomar nuestras propias decisiones: ya no somos libres porque tenemos responsabilidades y no somos ya las únicas dueñas de nuestras decisiones. Y, algunas mujeres viven gozosamente esta etapa de alas plegadas. Pero otras no.
Toda mujer ha de trabajar internamente en la preparación de darle alas a sus hijos, ya que los hijos no nos pertenecen y volaran y harán su propia vida: ese será el momento en que podremos volver a desplegar las alas o conformarnos ya para siempre en tenerlas plegadas.
Nuestra naturaleza femenina se ha visto generación tras generación, obligada a hacerse cargo de la herencia de preocuparnos y responsabilizarnos del bien de nuestro “hijos”. Sin embargo un hombre, -salvo excepciones, por supuesto- por el hecho de ser hombre, en la gran mayoría de ocasiones siempre es libre, siempre está tomando sus propias decisiones ya que carece (salvo excepciones, por supuesto) del instinto maternal de renuncia a la propia libertad, y el hecho de tener hijos no le anula ni le resta entusiasmo para su trabajo, profesión, proyectos y capacidad de acción: sigue volando aun a pesar de no tener alas…tonterías de mujeres…lo que hay que tener es los pies en el suelo…
Para desplegar nuestras alas de Luz, contamos con la Diosa que nos ayuda.