CEREZO, el símbolo de los SAMURAIS
Nombre botánico: PRUNUS CERASUS
Nombre antiguo: PRUNAS AVIUM
El cerezo puede alcanzar los 30 metros de altura.
Durante mucho tiempo se creyó que el cerezo venia de Asia Menor pero tras sucesivos hallazgos de restos arqueológicos donde se han encontrado huesos de cerezo del neolítico, ha servido para comprobar que en realidad el cerezo procede de Europa.
Su madera es muy valorada por su resistencia y belleza de color rojizo.
Sus frutos, las cerezas, son rojas y sabrosas. Los huesos contienen semillas que son toxicas. Se cultiva en zonas mediterráneas pero antiguamente venía de Europa y Oriente.
Sus flores, de color blanco, aparecen cuando salen sus hojas, al mismo tiempo o un poco antes.
Después del crisantemo, la flor del cerezo es la más emblemática de Japón donde se denomina Sakura, y se celebra en su honor el festival Hanami, como tradición comunitaria de festejo por su florecimiento que anuncia el ciclo de renacimiento de la vida.
La flor del cerezo era representativa de los samuráis por la creencia en que al igual que la flor, su vida podía ser muy corta pero su corazón, al igual que la semilla del interior de la cereza, es poderosamente fuerte, integra y poderosa, como el corazón de un guerrero.
La flor del cerezo era y sigue siendo para Japón, el emblema de la pureza, los sentimientos puros, la delicadeza, la belleza de auténtico amor.
El cerezo tiene tantas atribuciones mágicas como el manzano, y, al igual que él, es uno de los hogares del Unicornio y además, del Ave Fénix, lo cual le otorga un poder extraordinario para ayudarnos a recuperarnos en las posibles heridas de amor, sentimientos, pena, tristeza, añoranza y todo lo relacionado con “los males de amor”.
Su energía es renovadora, sanadora y reparadora del chacra del corazón: energéticamente aporta esperanza, confianza y recuperación.
Si queremos utilizarlo en infusión, la mejor parte del cerezo son los rabitos de las cerezas (que se venden así en los Herbolarios, además, son diuréticos).