EL HOMBRE VERDE

EL HOMBRE VERDE: símbolo de la renovación de la Naturaleza.

La fuente de enseñanza e inspiración para los celtas era la Naturaleza. Sus templos las arboledas, sus escuelas los parajes naturales, sus guías y maestros los Seres sabios del Otro Mundo cuyas formas y rostros estaban ligados a los árboles, las plantas, las flores, los elementos como el agua, el viento, la lluvia, el arcoíris, los manantiales, las montañas, las rocas grandes y pequeñas…

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El Hombre Verde era una enseñanza/aprendizaje que los ancianos impartían a los niños y adolescentes para que se aplicaran en la observación, en el acecho de visión no enfocada, y así “ver” los rostros con los que la fuerza, la energía de la naturaleza les hablaba con el lenguaje de los sentimientos. Para ello les hacían mirar sin ver, con la vista desenfocada en los lugares donde el verde de hojas de árboles, arbustos y maleza era profundo, y, tratar de determinar un rostro, el rostro del hombre verde, del espíritu guardián del paraje natural y esplendoroso.

Este símbolo de un rostro del que salen abundantes ramas, simboliza la renovación continua de los ciclos de las hojas, de la renovación continua de la vida.

El nombre de Hombre Verde para definir esta imagen se lo dio en 1939 una mujer enamorada de la naturaleza, cuyo nombre era Lady Raglan. Y, desde la Edad Media, el rostro del Hombre y en ocasiones de la Mujer Verde, se incluía en construcciones arquitectónicas de casas, palacios, iglesias y monumentos simbolizando la regeneración, la fertilidad y la continuidad de la vida.

©Nina Llinares